De los sindicatos, la Universidad y Bob Dylan

Publicado  miércoles, 5 de mayo de 2010

Hace muchos años, más de 40 ya, un tipo de aspecto desaliñado y voz de gato al que le pisan el rabo dijo: “los tiempos están cambiando”. Se llamaba (se llama) Bob Dylan. Ayer, en el salón de actos de la Universidad Rey Juan Carlos, en la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, volvió a resonar como un recuerdo la voz chillona del de Minnesota, con motivo de unas jornadas sobre relaciones laborales y crisis económica a las que asistían los líderes de los dos sindicatos más importantes de nuestro país: Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo.

Y es que uno piensa en sindicatos y le vienen a la memoria imágenes de piquetes y pancartas y soflamas ideológicas y puños en alto. Pero el público que ayer abarrotaba las butacas de la Universidad nada sabía de huelgas ni de lucha de clases ni de arengas ni de la Internacional: eran estudiantes ávidos de créditos con los que completar su expediente. La mayoría aguardaba pacientemente el final de una conferencia que su hipotálamo jamás procesó, algunos dormían, unos pocos leían, otros tantos garabateaban un papel. Los tiempos están cambiando.

Primero Cándido Méndez, después Toxo, los dos sindicalistas abundaron en los cimientos de esta crisis económica que asola España, una crisis que radica en la “quiebra de un modelo de crecimiento”. Recordaron la especulación urbanística como apotegma principal de nuestras desdichas e insistieron en subrayar que el ‘decretazo’ de Aznar es responsable de que en España sea “tan fácil despedir”.

Los líderes de Comisiones y UGT utilizaron el mismo discurso que otrora levantara a las masas de trabajadores para darse de bruces con un muro de estudiantes apáticos. Hablaron de combatir el fraude fiscal, pero nadie pestañeó siquiera cuando denunciaron que “un millón y medio de empresarios declara menos ingresos que sus propios empleados”. Los tiempos están cambiando.

Tampoco se emocionó nadie cuando insistieron en la necesidad de fomentar el empleo entre los más jóvenes, ni se escuchó un aplauso cuando proclamaron el compromiso de los sindicatos con la protección de los derechos de los más vulnerables a la crisis.

Solo importa el paro

Nadie pareció creerse que de verdad sea el Gobierno de Zapatero "el que más ha hecho en Europa por tratar de paliar la crisis", tal como afirmó Cándido Méndez ya en el tiempo de preguntas y algo irritado por la intervención de un estudiante de flequillo repeinado, raya al lado y polo rosa de marca, que acababa de atacar a UGT y CC.OO. por su indulgencia con el PSOE. El muchacho no paraba de repetir las cifras del paro y sus compañeros enrojecían las palmas de sus manos aplaudiéndole a rabiar. Los tiempos están cambiando.

En la era de la crispación y el desencanto, los estudiantes se sienten ajenos a un debate político que consideran estéril. Así, cada perorata ideológica que proclamaban los sindicalistas parecía ir seguida de un eco imaginario pero estridente que repetía “cuatro millones, cuatro millones…”, a modo de mantra de parados que se prolongaba en un bucle infinito. Toxo decía “modelo alemán”, y en el auditorio reverberaba: “cuatro millones”. Méndez hablaba de “implementar las prestaciones sociales”, y la sala era un clamor: “cuatro millones, cuatro millones”. Aquel dato era lo único que les interesaba a los universitarios.

Casi dos horas después de que el rector la inaugurara, la conferencia se dio por concluida y los líderes sindicales abandonaron el salón de actos, incómodos de que un foro universitario ya no fuera su feudo. Raudos acudieron a recibir las cámaras y micrófonos de los medios para los que aún son importantes. Atrás quedaban los estudiantes, que ahora se arremolinaban en torno a la mesa donde debían sellarles la hoja de asistencia que les reportaría el crédito prometido. Las sombras de Méndez y Toxo se recortaban a lo lejos. No podría asegurarlo, pero me pareció que justo entonces se escuchó a Dylan cantar: “será mejor que comencéis a nadar u os hundiréis como una piedra… porque los tiempos están cambiando”.
Crónica por Aurora Nacarino-Brabo

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