Se lleva tiempo hablando de la e-salud como estandarte del progreso en el terreno de la asistencia sanitaria. Herramientas como la historia clínica informatizada, la firma digital, la receta electrónica, sin que sean del todo realidad, en estos momentos, son términos que van siendo incorporados en la cotidianeidad tanto de los profesionales sanitarios como de los pacientes/usuarios y que suponen una oportunidad innovadora para los sistemas sanitarios. Fluyen, sin embargo, en su entorno una serie de cuestiones y problemas, sobre todo, a la hora de su adaptación a la realidad sanitaria.
Un primer punto abordado fue el papel y la involucración de los profesionales en este amplio marco de la e-salud y su adaptación a estas nuevas herramientas, en un momento de cambio en cuanto a las aplicaciones y sus diseños.
El principal problema que se observa desde el punto de vista profesional, expuesto por el doctor Juan Jurado, miembro del Grupo de informática de la SEMG, es que, bajo su punto de vista, “la Administración ha invertido más en aplicaciones muy desarrolladas a nivel organizativo, olvidándose de la capacitación de los profesionales”, ello podría haber provocado una cierta reticencia a los médicos a la hora de asimilar las nuevas tecnologías.
La representante del SERMAS, Zaida Sampedro, ve, sin embargo, una evolución y una mayor receptividad por parte de los profesionales. Si bien es cierto que, en un principio existía ese reparo o reticencia a la hora de incorporar la gestión de la información y del conocimiento tecnológico en la asistencia diaria, se ha pasado a establecerse una mayor colaboración y predisposición para asumir las nuevas tecnologías. “Cosas tan elementales como la forma en que se coloca el ordenador, cómo se implica al paciente, son claves para que esa transformación se pueda asumir de forma natural”.
A juicio del director general de Gestión del Conocimiento y Calidad Sanitaria de la Junta de Extremadura, el doctor José María Vergeles, a ello puede contribuir que las propias aplicaciones se están adaptando más a la realidad clínica, puesto que, como reconoció, “ en realidad, anteriormente, no se correspondían mucho con el entorno profesional sino que parecían más destinadas a sacar datos y estadísticas para cumplimentar hojas de registro y dar servicio, por ejemplo, al correspondiente Servicio Regional de Salud”.
Su percepción es que “si bien se evidencia una mayor sensibilidad, por parte del profesional, por el uso de las nuevas tecnologías, no obstante, es muy conveniente asegurar las mismas condiciones en todo el contexto en el que se produce la relación médico-paciente y, sobre todo, avanzar en cuestiones de seguridad en cuanto a las transacciones que se realizan en el sistema sanitario”.
El representante de la Comisión Central de Deontología, y presidente de la Comisión de Deontología del Colegio de Médicos de Segovia, el doctor Tomás Casado, también puso el acento en el tema de la seguridad. En su caso opina que “por el hecho de ser médico no se puede entrar en cualquier historia clínica, sino que tiene que haber una seguridad y una exigencia que certifiquen que el profesional que accede a datos del paciente está cualificado y tiene el permiso correspondiente para su acceso”. La solución, como se apuntó, viene de la mano de llegar a un punto de equilibrio entre la seguridad y la disponibilidad de la información.
La identificación es clave
Un primer paso importante en la gestión de la e-salud, de acuerdo con la unanimidad de los ponentes pasa, sin duda, por la identificación de los actores de forma segura y teniendo claro quien identifica a quién. Como planteó al respecto el moderador del debate, el doctor Ricard Gutiérrez, la cuestión gira en torno a ¿quién debe llevar a cabo esa identificación? Todo apunta a que las corporaciones médicas, lideradas por el Consejo General de Colegios de Médicos, tienen un papel fundamental en este terreno, tal vez, de la mano de las Administraciones autonómicas con el fin de actualizar los registros de profesionales y garantizar la identificación del médico ¿Es por ahí por donde hay que avanzar?, tal como planteó el doctor Gutiérrez.
Desde luego, como señaló, Ignacio Alamillo, abogado y experto en nuevas tecnologías, “el profesional tiene que tener algún tipo de herramienta única que le identifique como tal y que como profesional competente le permita acceder a la información del paciente en condiciones de garantía y de responsabilidad de cara a los pacientes que atiende individualmente”.
El jefe de innovaciones tecnológicas de la OMC, Joan Camps, también se mostró de acuerdo que el primer gran peldaño a superar con respecto al reto de la gestión en e-salud para por dicha identificación de los actores. A su criterio, dicha identificación abre un gran abanico de posibilidades no sólo en el conjunto de nuestra geografía sino también en toda Europa, ante la libre circulación de ciudadanos y de profesionales, resolviéndose que se tengan que aportar más de una veintena de identificaciones distintas. Como explicó Camps, en este sentido, “para acceder a los datos clínicos, tanto el paciente como el médico pueden disponer de una tarjeta. Ambas configuran “una doble llave”. Con esta doble identificación el enfermo da autorización y confianza al profesional, y el médico, por su parte, se compromete a hacer un buen uso de la información, lo que permite garantizar la seguridad de esos datos”. En su opinión, “que el acceso a esa información sea interoperable es cuestión, única y exclusivamente, de voluntad política”.
Desde el punto de vista de la Administración, en este caso representada por Extremadura, la identificación del médico tiene que ser regulada de la misma forma que lo está el registro profesional, es decir, del trabajo resultante entre Colegios y Administraciones. Del trabajo sinérgico de ambas partas se va a permitir que la identificación cumpla con una serie de cometidos fundamentales, como la seguridad y la posibilidad de que esa identificación sirva no sólo en las distintas CC.AA. sino también en otros países de la UE.
Vergeles asegura que en su comunidad autónoma, el desarrollo o escenario final de los sistemas de información sanitaria será el carnet médico-colegial para el profesional, que le permitirá estar identificado dentro de las aplicaciones del servicio regional correspondiente. Mientras, para el acceso a la información necesitará de disponer de la otra tarjeta sanitaria electrónica que se va a distribuir a los ciudadanos. En definitiva, serán las dos llaves que permitirán acceder a un nivel de información para realizar su labor.
Al respecto, Ignacio Alamillo insistió en que es el Colegio el que debe emitir una tarjeta con un certificado de firma electrónica válida para la firma de cualquier documento, “porque tampoco sabemos el tiempo que vamos a tardar en poseer una estructura alternativa”.
Algunos de los participantes en el debate están de acuerdo en que a la hora de acceder a una determinada información tanto del paciente como si se trata del acceso a los sistemas, se tiene que garantizar no sólo que el profesional esté identificado sino que aporte una autorización bien otorgada por el servicio para el que trabaja o, incluso, por el ciudadano, que consiente a que se acceda a su información. A juicio de la representante del Servicio Madrileño de Salud “es eso en lo que hay que ir también avanzando”.
Cristina Martín Angelina -Reportaje-